Ya se fue Marcelino, con más estilo del que muchos esperaban. Jodido porque dejó escapar un Club Grande, el primero de vida deportiva como entrenador.
Y llegó Michel, con su escasa trayectoria en banquillos y su aval de haber sido el excelente futbolista que fue. Y aquí seguimos siendo los mismos, es decir, el sevillismo.
Y lo que ahora toca es lo que toca: ser nosotros la verdadera REAL SOCIEDAD que nunca debido haber dejado de ser, precisamente frente al club que goza de semejante denominación la R. Sociedad de San Sebastián (patrón de mi Lora del Río, por cierto).
Sociedad de equipo con dirección técnica; de dirección técnica con Consejo de Administración; de Consejo de Administración con afición; de la afición con el equipo. Un círculo vicioso que nunca debió romperse por la magia que supuso el mismo, por el orgullo que inflama a quien al mismo pertenece.
Hemos de ser lo que toca no dejar de ser nunca, una sociedad de presuntos implicados felizmente condenados a serlo para siempre, porque nobleza y grandeza obligan. Implicados con nuestra condición de sevillistas; implicados y condenados a las galeras en las que remar todos, nuestras gradas.
Porque toca volver a remar. Remar como cada vez que hizo falta; a empujar por más que las fuerzas quieran rehuir de nuestras gargantas, de nuestras palmas, de nuestros corazones para achuchar desde el Ramón Sánchez Pizjuán, por más que nuestro Sánchez Pizjuán sea la tele de nuestro salón, y nuestro salón esté en Arcos (que está), en Cazalla de la Sierra (que está), en la Peña La Giralda de Barcelona (que está), en Tanger, Alejandría o El Cairo, Tucumán, Bali, o en el Bronx de Nueva York donde también están. SEVILLISTAS SOMOS TODOS.
Y si es lunes, que sea lunes, pero el lunes la Real Sociedad debe volver a encontrarse con ésta otra REAL SOCIEDAD "que traducido resulta" SEVILLA FUTBOL CLUB.
¡¡¡Vamos mi Sevilla!!!
¡¡¡Vamos Campeón!!!
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