Se veía venir.
Se presumía que iba a pasar.
Era algo cantado cada jornada, sobre todo de Liga.
No me disgustaba el míster allá cuando llegó, si bien tenía mis dudas por aquello de colocar en el banquillo a un madridista de pro, compadre de Gordillo (bético de pro), todos sabemos el mal rollo con el que se nos trata desde la capital del país.
Pronto se embargó de sevillismo, como no podía ser de otra menera, creo que le ocurrirá a todo aquel que salte al césped de Nervión y se atiborre de centenario y cánticos norteños. Míchel se hizo. Si grande fue como futbolista, como entrenador a demostrado tener una educación magistral, saber estar a las duras y a las maduras, no emborracharse de triunfos cuando los ha habido y no decaer en los malos resultados que han sido muchos, muchísimos. Demostró sentir en rojiblanco ganándole a su Madrid del alma y lo volvió a hacer dejando compadréos aparte para, quizás, darnos la mayor satisfacción que nos podamos llevar esta temporada y en mucho tiempo desde el mismo momento en el que dirigió a su Sevilla en la manita más recordada de la historia sevillana.
Se va Míchel. Lo echan. No podía ser de otra forma. Había que cambiar algo dentro del seno y siempre pagan los mismos, se busca revulsivo.
Nos deja Míchel, no sin antes despedirse de la misma manera en la que vino y estuvo, con la educación por bandera pero, con el argumento sólido de su sentir sevillista a base de vivencias. No se quería ir, ahora comprendo porque, se estaba convirtiendo en uno más de gol norte, su corazón estaba empezando a vivir fútbol de verdad, del que nunca se olvida, ese que no da títulos cada año pero que te deja un sabor dulce como la miel cuando te enrrolas en su historia. Una ciudad en la que un derby es más que un partido de fútbol. Una ciudad en la que se ve el fútbol de manera muy distinta al resto del mundo.
Todo esto lo ha vivido Míchel en poco tiempo, el suficiente como para no querer marcharse sin despedirse de su gente, agradecer lo vivido, lo sentido, sin rencores, sin remordimientos, como un señor.
Gracias Míster. Me hubiera gustado tenerte como Fergusson...muchos lustros.
Llega Emery. De entrada diré algo muy claro...no me gusta nada.
Pero...
Quizás sea la solución. Quizás sea lo que nos conviene, el que nos saque del pozo en el que nos estamos metiendo poco a poco.
El vasco se me hace prepotente.
Pero...
Habrá que darle un margen de confianza.
Esperemos aproveche esta situación para volver a revalorizarse personalmente y de paso nos deje donde debemos estar...en las alturas de la tabla.