Lo mismo no me equivoco demasiado ni disto de la realidad si afirmo rotundamente que así sí, que este ha sido el mejor partido a domicilio que hemos jugado en lo que va de temporada.
No sabría distinguir una línea de otra a la hora de elogios. Tanto la defensa, de la mano de Cala y Carriço, como la medular, Iborra y Cristóforo, o la delantera, con las bandas y ese Rakitic pidiendo a gritos un blindaje a prueba de blindajes. Todos se han portado como debe ser. Serios, ordenados y a la vez con esa garra necesaria para imponerse en un estadio alemán, ante un supuesto ogro, y la gélida noche teutona.
Cuando me refiero al supuesto ogro lo hago por el bombo que en su momento le dieron desde la dirección deportiva de nuestro Club a los alemanes, temiendo quizás una pifia sonora, poniendo el parche antes de la herida.
No ha hecho falta hablar más de los fantasmas, nuestro Sevilla se ha encargado de dejar las cosas en su sitio y demostrar quien era desde que su bola entró en el bolero el más fuerte del grupo con diferencia. Nos podíamos haber ahorrado los miedos y las incertidumbres tempraneras.
Me gustaría resaltar algo importante del partido de ayer, los minutos de Rusescu. Si el rumano se va a portar de esta forma cada vez que tenga oportunidad, sería conveniente darle más minutos. Me gustó bastante el tiempo que jugó, ofreciéndose, creando, dándola de primeras, sin complicarse y lo que es más importante....con gol. Sabiendo definir como los auténticos nueves.
Esperaremos que nos depara el sorteo el próximo lunes y a seguir dando pasitos hacia la estabilidad del grupo y la consolidación de un proyecto.
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