Cambiamos de chip. Nos olvidamos de Europa, entre comillas, y nos centramos en la Liga para dejar patentes nuestras intenciones.
Se presenta en Nervión un Elche en alza, que venía haciéndolo bien en los últimos partidos pero que llegaba sabedor del fortín que es el Pizjuán. Un año sin perder en casa desde que lo hiciéramos contra el eterno rival y que a la postre nos abriría el camino de la mayor de las alegrías, remontar a los lagartos en el Villamarín y la consecución de nuestra tercera UEFA.
Los ilicitanos, desde mi punto de vista, venían más acojonados que otra cosa dadas las palabras de su entrenador, el doble español de Mourinho, y no es para menos después de lo que hemos hecho unos días antes a sus paísanos castellonenses.
Venían con miedo y pagaron las consecuencias, si bien, en los comienzos de la segunda parte se encomendaron a todos los kamikazes y se volcaron arriba con todo dando pie a contras letales de este Sevilla que crece por momentos.
Dos goles de Bacca y el tercero de Gameiro, como debe ser, marcaron los delanteros en otro alarde de nueve a la antigua usanza.
Sin embargo yo reseñaría el partido, partidazo mejor dicho, de Ever Banega. Este argentino que Unai pesca en aguas revueltas del Valencia para convertirlo en futbolista de nuevo e ilusionarlo con un proyecto en el que él tiene cabida de sobras si se aplica deportivamente.
Banega lo está haciendo.
Sabe que este quizás fuera su último tren en la Liga española y no podía desperdiciarlo. Este futbolista tiene mucho que decir en este Sevilla de seguir en esta línea.
Hemos mejorado, respecto de otros partidos, en defensa. Hoy apenas hemos pasado por apuros.
El jueves la ida de UEFA. No quiero sorpresas ni nervios como la temporada pasada ante el Valencia, quiero un partido controlado de principio a fin y que el Villarreal tire la toalla lo antes posible.
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