Como era de esperar, porque tan sólo los más ilusos pensarían al revés, se impone el mejor equipo del mundo en el Sánchez Pizjuán.
Dos latigazos fueron suficientes para dejar sentenciado un partido en el que el
Sevilla sigue demostrando que su enfado con el gol es algo preocupante. Únicamente San Andrés Palop ha evitado que la goleada sea más apabullante y todo quede en un suave cero-dos.
Se acabaron los grandes, se acabaron los de la otra Liga. Ahora empieza lo realmente clave para nosotros si queremos aspirar a algo más que mantener la categoría sin problemas, y empieza el jueves en El Sardinero, junto a Gijón, junto al mismo sitio en el que hicimos el ridículo hace una semana.
Después el lunes a Granada, otro que ya sabe lo que es llevarse los puntos en nuestro duelo particular.
En fin. Todo está muy difícil. Lo peor es que ya mismo estaremos deseando que acabe la temporada por un motivo u otro.
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