Estoy enfadado, sí. Muy enfadado y no hay otra, porque no puedo por más que lo intento comprender cómo es posible que nos complique tanto la vida un equipo que no tiene más fútbol que el que intenta crear a la desesperada y cuando lo dejan y nosotros lo hemos dejado de todas...todas.
Hemos hecho un partido malísimo en todas las líneas, dándole el balón al Levante como si el miedo a perder los puntos nos metiera el nerviosismo en el cuerpo, facilitándole las cosas a los levantinos para que la temporada que viene vuelva el bueno de Barral a creerse capaz de ganar sin miedo al Sevilla y así es lógico creérselo. Quizás debería haber esperado un poco para colgar mis pensamientos, mis sentimientos pero prefiero hacerlo en caliente, donde no doy tregua a mi sevillismo para enfadarme a tope.
Mal Krychowiak por una vez, mal en la entrega en medio campo, mal en defensa. Mal Beto en las salidas, su pifia nos cuesta el empate pero sería absurdo pensar ahora en que con su sustitución tiempo antes a lo mejor lo hubiéramos evitado...a lo mejor sí, a lo mejor no.
En resumidas cuentas, ocasión perdida de seguir ahí arriba dando guerra en lo más alto. Un punto que sabe a derrota. Un punto que por tratarse del rival que peor fútbol hizo en el Sánchez Pizjuán el año pasado y se llevó los puntos, aun sabe peor.
Partido pésimo y que por la hora en la que se disputa te deja un domingo completo por delante para acordarte de todos tus difuntos sin ganas de más nada y con un parón liguero a la vista para olvidarnos de esto y volver a cosechar alegrías.
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