Después de una liga marcada por tanta eventualidad inesperada
(es lo que tienen las eventualidades), lo que nos queda es eso,
creer en los milagros que nos faciliten otros a partir de ahora.
Hoy (o ayer) tocaba en casa, contra un rival de esos que, de vez en cuando, se agradecen que apaerezcan en nuestra Liga para que nos recuerden que la humildad es
medicina imprescindible antes, durante, y después de saltar al césped de cualquier estadio. Me quito el sombrero ante el
Levante. Con
sus armas nos dejó como estabamos o peor.
Este
SFC no puede depender de un penalti ante un equipo como el que nos visitaba, lo tira quien lo tire, lo falle o lo acierte (caso que no se dio en esta noche que comenzó ayer,
con las pelotas de los Biris, ole por ellos) quien lo falle o lo acierte.
Habia que ganar, ganar y ganar. Pero da la impresión que algunos dan por hecho el resultado mirando la clasificación como si de un sencillo forofo sevillista se tratase. Eso debe quedar para nosotros. Sin embargo, a eso se apuntan quienes no deben, siendo su deber el de
matarse sobre el terreno de juego hasta que el resultado sea el que los de las gradas esperamos.
Nos queda, tristemente, esperar a ver qué hacen el resto.
Depender de los demás, actuar como otros actuaron, temporadas atrás, a la espera de un resultado negativo del
SFC que nunca llegaba.
Ahora nosotros somos uno de aquellos equipos.
¿Existen los milagros? Parece ser que sí, si nos acordamos de aquel gol de Perotti ante el Depor.
¿Surgen cuando son necesario? Para eso habrá que esperar...
Señores, ponganse todos las pilas..., o al pozo de los mediocres.